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Terremoto y tsunami de Japón: El rol de los medios en la salud mental

  • Paulina Sallés Bastarica
  • 16 mar 2011
  • 3 Min. de lectura

En los últimos años hemos visto cómo el mundo se ha enfrentado a catástrofes en escalas sin precedentes. Se estima que los desastres naturales podrían aumentar su frecuencia debido al cambio climático, sin embargo, es el crecimiento poblacional, la creciente urbanización y la pobreza lo que aumenta la vulnerabilidad de nuestra raza.

El recién pasado 11 de Marzo del presente, fuimos testigos del terremoto y tsunami de 9,0 grados de magnitud en la escala de Richter que sacudió la costa de Honshu 130 Km al este de Sendai, en la prefectura de Miyagi, Japón. El terremoto creó olas de hasta 10 metros que arrasaron con todo a su paso. Este terremoto superó el de 8,8 grados ocurrido en Chile el 27 de Febrero del 2010.

Al margen de la devastación y el creciente número de muertos y desaparecidos, la zona golpeada por el terremoto se encuentra además en emergencia nuclear por la presencia de cuatro centrales nucleares, lo que ha obligado a la evacuación de alrededor de dos mil personas.

Todas estas situaciones, en sí mismas, generan en la población japonesa y, en el resto del mundo un aumento del temor y la incertidumbre, debido a que desde cada rincón de la tierra se tiene un acceso inmediato a las noticias de lo que está sucediendo en Japón, sin filtros, tendiendo a exhibir, además de información certera, las permanentes especulaciones y proyecciones que se hacen respecto a esta situación a lo largo y ancho de todo el globo.

Cuando se “manosea” la información, cuando se sobre-expone a las personas se las re-traumatiza. Es así como la exposición una y otra vez de las desafortunadas palabras del Gobernador de Tokio Shintaro Ishihara, quien aseguró que el terremoto era un “castigo divino” para “lavar” el egoísmo de los japoneses, puede llevar a los ciudadanos a sentir un pobre apoyo de parte de sus autoridades, sumada al desprestigio que esto produce a nivel mundial. En nuestro país, por otra parte, las imágenes de la catástrofe y los posteriores saqueos, llevaron a las personas a entrar en un estado de indefensión y de terror.

Paradojalmente, son al mismo tiempo los medios de comunicación los principales llamados a otorgar control emocional y sosiego a la población tras las catástrofes de este tipo, a través de la transmisión de información acorde a lo que necesitan las víctimas en ese momento. Estos pueden tener un rol preponderante en la salud mental de las personas en medio de las crisis.

En este sentido, como primera estrategia comunicacional, es importante que las autoridades asuman liderazgo en el manejo de la prensa, entregando boletines oficiales. Para que esto no sea visto como “represión” hacia la prensa, es fundamental que los países tengan una estrategia acordada al respecto, antes de que las catástrofes sucedan, como una especie de acuerdo explícito o plan de contingencia.

Los boletines oficiales, en este sentido son de gran utilidad, pues se transmiten en horarios establecidos, condición que genera ciertas rutinas comunicacionales. El trabajo interdisciplinario en los medios de comunicación, permitiría que múltiples especialistas pudieran trabajar en la edición de los contenidos, ocupándose de transmitir información certera, pero que no re-traumatice a la ciudadanía. Mantener a la población informada, de este modo, disminuye la incertidumbre y la falta de control percibida por los sujetos.

A través de los medios, además, sería posible entregar psicoeducación a la comunidad, en fases posteriores a la tragedia. La información debería ir dirigida a la promoción de la higiene mental, de manera que las personas conozcan las posibles implicancias psicológicas de una catástrofe de esta magnitud, sepan cuáles son los signos y síntomas que deben vigilar en sí mismos y en los miembros de su familia y comunidad y tengan mayor claridad acerca de cuándo se debe consultar con especialistas para evitar secuelas.

Los medios de comunicación, en definitiva, por su gran poder de alcance, tienen una labor fundamental en informar de manera certera, educar y aportar al equilibrio mental y emocional de la población tras las catástrofes. Empoderar con información, en vez de re-victimizar es la clave.


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